Asistentes: Erika-Héctor, Espe-Kike, Úrsula-Santi, Alberto, Nesss, Edu
Para comer, ya de entrada nos encontramos puestas las bien recordadas anchoas en aceite que devoramos con grandes untamientos y cantidades de pan. Tras averiguar la camarera quién era el nagusi de nuestro grupeto, Nesss le confirma que iremos a por el menú tradicional y que probaremos el bacalao a dos estilos, ante las protestas de Edu que manifiesta que nunca nos gusta la opción tomatera. Después, tres tortillas (una para cada tres) jugosas pero algo pasadas de sal y que calificamos solamente de cumplidoras, lo cual no fue óbice para que no acabáramos el resto del pan. Tras satisfacernos la camarera con una nueva barra, llegan tres bandejas con seis trozos (demasiado finos) de bacalao a dos estilos, mitad frito con pimientos verdes y cebolla pochada (que en cuanto te descuidabas hacías un Josune involuntario) y mitad con tomate; Edu reconoce que esta vez Nesss ha acertado pues la salsa de tomate está muy rica; ambos compiten por encontrar más espinas en el bacalao acabando en empate. Posteriormente, tres chuletas tiernas y sabrosas que dieron juego para los habituales cavernícolas roehuesos, aunque alguno tuvo problemas en meter el morro en el cerrado ángulo del hueso. A pesar de que la mayoría de los comensales ya se daban por satisfechos, pedimos a la camarera un poco más de carne pero que le avisaríamos pues eran aún las 22:15; cuando avisamos y la sacaron estaba tan buena (la txuleta) como las anteriores y volvió a quedar en los huesos roídos. De postre, dos cestos de nueces, dos platos con dos tipos de quesos (curado y muy curado, ambos muy buenos), membrillo a discreción y tejas y cigarros de Tolosa (donde Edu no consigue meter el queso de punta). En total, 265,45€, que no llega a 30€ por persona aunque aún no sabemos muy bien porqué pusimos 50€ cada, lo que provocó que Edu buscara infructuosamente en el ticket la razón para un precio tan alto (el bote de 20€ cada duró dias en agotarse). En resumen, buen precio para lo que nos pusieron.
Nesss, Héctor, y Edu son los únicos que se mantienen de pie, no sólo de la mesa sino de la sidrería. Los viajes a las kupelas fueron numerosos, estando el jefe siempre presto a abrir (acabamos probando todas) y demostrado unos buenos reflejos a la hora de cortar el chorro. Sólo una kupela con grifo que probamos una vez y nunca mais. Destacan los múltiples atentados contra el Euskera perpetrados por los euskaldunberris más atrevidos, que usaban las más depuradas técnicas para aparentar que hablaban vasco (hiiiik, kaben txotx, bat, bi eta hiru, santxeski!!). Edu se hace amigo de los padres e hijos madrileños, estos últimos en su primera sidrería, a los que enseña bonitas tradiciones como partir nueces a manotadas provocando sangrantes estigmas en la mano (muy apropiados ahora que se acerca la Semana Santa), cómo poner el vaso y cómo no, y cómo parecer que hablas en euskera sin tener ni puta idea. Aprovechando los cánticos del camisas a cuadros blancos y azules, también entonan el "Txoria, Txori" con apoyo del libreto de cánticos gratuito de la sidre.
Ante la pregunta de Edu sobre lo bien conservado que estaba el frontal de todas las kupelas, acaba el nagusi confesándonos que por dentro no son de madera sino de fibra, lo cual desilusiona un tanto a los puristas. A las 23:40 pagamos la dolorosa y salimos fuera a esperar el bus de vuelta, bajo un cierto frescor que hizo que muchos continuaran la espera dentro de la sidrería. Otros 2€ por cabeza para la vuelta y bajamos por la carretera curvosa, esta vez ya de noche cerrada.